He estado lejos. Perdida. Sintiéndome sola, fría y estúpida. Creyendo una vez más que el tiempo y la distancia serían las tiritas que necesitaba mi piel.
·
He estado muy lejos. Demasiado lejos. Fuera de todo, más allá de mí. Porque hasta respirar me hacía daño.
·
He caminado descalza sobre rocas negras y ásperas, con el único fin de herirme los pies. Con el único fin de que un dolor matara otro dolor. Sobre el agua salada dejé caer gotas de sangre. Y fue por envidia. Insana y cruel envidia de su aspecto sereno y limpio. He revuelto con mis manos su calma, alborotando sus aguas, removiendo sus entrañas. Y su espejo se tragó unas lágrimas furtivas, rebeldes y enfermas…
·
He vuelto porque no tiene sentido irse. Porque, en realidad, nada tiene ya sentido. La soledad viene y va siempre conmigo. A veces, de día, no la siento. Pero entonces, de noche, la sueño. Estoy varada, inmóvil, dormida…
·
Me ahogo y no lo siento. Respiro pero ya no vivo. Ya no sé hacia dónde caminar. Ningún lugar está lo suficientemente lejos. En todos ellos estoy yo y en ninguno, nunca, estás..
No hay comentarios:
Publicar un comentario