8.18.2008


Un segundo y ya después todo seguiría igual. Uno puede acariciar la punta de esos otros dedos, tiernas motas de seda, y luego dejarlos ir, porque no querrán sentirse maltratados por unos dedos ásperos, torpes y sucios. Un segundo, uno no pide demasiado. Se aprende a esperar y a ser feliz con poco. Es una suerte de perversión, de placer solitario que se consolida a la par con las decepciones y el escepticismo. Aprende uno a recoger la comida del suelo, a saludar el sol, cada día más cargado de dañina luz ultravioleta. Un segundo, la noche puede sonreír. Una concesión, un deseo fugaz. Pero uno, generalmente, colapsa, echa todo a perder y se derrumba en un parque infantil abandonado e invadido por delincuentes. Uno termina alucinando; soñando con gestos y respuestas apropiadas para ese momento mágico que, en realidad, se ha echado a perder miles de años atrás.

1 comentario:

Anónimo dijo...

compañera d vidaaaaaaaaa!!!!!

a ver deciem q seria mi vida sin vos? yo respondo

NADA



ana significas demasiado para mi


sos mi familia y t lo digo siempreeee


en todas estas y eso para mi cuenta mucho



te adorooooo !!!!!!





un latido menos*


lau.